Gary Hamel

Cada ser humano tiene dentro de sí una chispa creativa, sin embargo, nuestras organizaciones aprovechan solo una fracción de esa imaginación latente. Mientras que el 79% de los líderes clasifican la innovación como una prioridad máxima, el 94% dice que sus organizaciones no son tan innovadoras como deberían ser. ¿Como puede ser? Si la innovación es tan importante, ¿por qué la mayoría de las empresas luchan para implementarla? Porque pocos de ellos han adoptado un enfoque sistemático para hacer que la innovación sea instintiva para cada individuo e intrínseca a la organización misma.

La disrupción en las industrias avanza sin cesar. El cambio es exponencial e implacable. En este entorno, la pregunta más importante para cualquier organización es: "¿Estamos cambiando tan rápido como el mundo que nos rodea?" Lamentablemente, para muchas organizaciones la respuesta es no. Hoy en día, hay muchos que esperan que la vieja guardia pierda. Después de todo, en un mundo hipercinético, los recursos cuentan menos, y para las empresas que se quedan atrás es muy difícil volver a ser líderes.

Con demasiada frecuencia, el cambio profundo es producto de una crisis: es tardío, convulsivo y, por lo general, insuficiente. El desafío, entonces, es construir una organización que pueda cambiar tan rápido como el cambio mismo, que posea una "ventaja evolutiva".

Si quieres ganar en un mundo de competidores ágiles y hambrientos, la burocracia tiene que morir. Las empresas jóvenes son audaces, flexibles y rápidas. Las grandes empresas, no tanto. La investigación sugiere que un exceso de burocracia —demasiados estratos y demasiadas reglas— cuesta a las economías de la OCDE $ 9 billones cada año en pérdida de producción económica. Sin embargo, la mayoría lucha por imaginar una alternativa. La burocracia parece fundamental para lograr el control, la coordinación y la coherencia que permiten el funcionamiento de las grandes organizaciones. Durante décadas eso fue cierto. Ahora no lo es.